martes, 20 de diciembre de 2011

La Canica



En la vida, existe una formula que es infaltable en el ser humano. Esta fórmula tiene años de descubierta y ha sido utilizada por millones de gentes para manipular a sus congéneres. Algunos la utilizan de forma consciente y son muy peligrosos, pero quienes la utilizan de manera inconsciente, lo son aun más.

Sexo.
En el año de 1983. Trabajaba en la zona Sur del D.F. Mi oficio en ese entonces ya era la ventaneria de aluminio, pero antes había recorrido otros oficios entre ellos el de pintor y en alguna ocasión recurrí a lo aprendido para suplir a algún maestro ausente y poder terminar el trabajo que de otra manera tendría que quedar pendiente. Un día martes mientras trabajaba en un edificio de cinco plantas, fui informado de que los ingenieros residentes de la constructora querían hablar conmigo, como mi trato con ellos era muy limitado, ya que mi patrón se encargaba de ultimar detalles con ellos, me pareció extraño que me llamaran directamente y más aun con la premura que lo hacían. Reuní mi herramienta y la guarde en la bodega general mientras acudía a la oficina que se encontraba a unas dos cuadras del edificio, por ese entonces la zona estaba plagada de construcciones y lotes baldíos, tan solo unas cuantas casas estaban habitadas y las calles eran transitadas en mayor parte por gente de obra, así podías ver desde albañiles, herreros, pintores hasta vendedores de comidas y bebidas preparadas, como en todos los rubros de esta vida, también hay personajes que parecen estar fuera de lugar y en ocasiones te encontrabas con personalidades que parecían llegadas de otra dimensión, una de ellas era una mujer morena de unos cuarenta años, tan morena que solo por los rasgos de su rostro no la confundías con negra, era gorda, chaparra y bebedora, le apodaban "La Canica", al parecer era ayudante de albañil, pero todo mundo sabía que aquel que la contrataba buscaba sexo y lo más seguro era que lo consiguiera.
-Mira esa gordita, wey ¿A poco no te la cogías?- Me pregunto un día Alejo. Quien tan solo contaba dieciséis años por aquel entonces y estaba atrapado en las redes del deseo (Igual que un servidor, aunque yo era cuatro años mayor)
-¿Yo? ¿Por qué? -Reclame divertido.
-Porque a ti te gustan mayores
- Pero no tan mayores, no chingues. Mejor me cojo a tu abuelita.
- ¡Chinga tu madre!- Mientras reíamos, la vimos perderse entre las construcciones. Una mujer madura, con muy poco atractivo para dos jóvenes que se consideraban "La Gran Cosa".
Una vez en las oficinas de la constructora, fui informado de la causa de mi llamado.
-Mira, mano. Te tengo una chamba que te va a dejar una buena lana. ¿Te acuerdas de la casa estilo americano?- Asentí en silencio, la sonrisa de ese mamón siempre me provoco desconfianza-Bueno, pues los dueños se pelearon con los carpinteros y estos les dejaron botado el trabajo, nomas agarraron sus cosas y se largaron. A los dueños les urge que se termine de barnizar el piso del recibidor, la escalera principal y parte del pasillo del primer piso.
-¿Y?
- Y que quieren que tú te lo chingues. El albañil ese que le dicen el flaco, les dijo que tú barnizas y como les hiciste las ventanas, quieren que tú barnices.
- ¿Pa' cuando?
-Mañana tiene que estar terminado.
- No, ni madres, no sale de aquí a mañana. Además yo no soy barnizador.
- ¿Entonces quien barnizo las puertas de la señora Bravo?
- Yo, pero porque eran muy urgentes y no había barnizador
- Y ¿De qué estamos hablando?- Me dijo en un tono que me hizo sentir estúpido y acorralado.
-Como sea, yo no puedo, tengo descanso hasta el domingo, pa' mañana nomas no sale. Búsquense otro.
-Pues hazlo hoy y te llevas un buen dinero, no son tantos metros.
- No. no tengo ni ayudante, mi ayudante no se presento a trabajar
- ¿No puedes solo?- Retador
- Hasta pa' pecar hacen falta dos.
Sonriendo insistió. - Éntrale, ofrecen buena lana

- ¿Cuánto?
- Tres mil
-Por ahí hubiéramos empezado- Mi sueldo semanal era de dos mil quinientos pesos, esa oferta era irresistible.- Pero se va a enojar mi patrón y necesito un ayudante.
-Tu patrón no te corre, y el ayudante yo te lo consigo y te lo mando, nomas tú le pagas. ¿Cuánto le vas a pagar?
- Quinientos.
- Orale. Vete a empezar y yo te mando un ayudante.
- Le dice que es a terminar ¿Eh?. Y me fui a reconocer la obra y checar materiales, cuando entre me sorprendió agradablemente el avance del trabajo. Yo esperaba algo más complicado, pero en su mayor parte ya estaba preparado para el barniz y era muy poco lo que tenía que resanar, en un rincón encontré el material completito. si las cosas se daban, para el final de la tarde estaría terminado el trabajo, sin necesidad de velar me podía embolsar dos mil quinientos pesos libres de polvo y paja. Mientras barría la planta baja, escuche llamar a la puerta y acudí a abrir, me sorprendí al ver que quien tocaba era "La canica" y más aun al conocer el motivo de su presencia.
http://blogmegustaleer.com/wp-content/uploads/2011/07/gorda-espejo.jpg
- Hola, busco al barnizador ¿Eres tú?
- A los barnizadores los despidieron, ya no trabajan aquí- Respondí, pensando que buscaba a los barnizadores anteriores.
-¿Y entonces por qué me mandaron a ayudarle a un barnizador aquí?- Interrogo sonriente.
-¿La mandaron a ayudarme? ¿Quién?
-El ingeniero "Greñas" Me dijo que me ibas a pagar quinientos si te ayudaba a terminar. - El ingeniero que me entrevisto, era conocido como el "Greñas" por usar el pelo largo y al parecer había decidido jugarme una broma pesada, el muy culero mandándome a la canica de ayudante. -¿Quieres que te ayude o no?- Pregunto la canica ya un poco molesta
- Mire, hay que lijar algunas partes y barrer todo el polvo de madera, debe estar muy limpio, pa' que no se contamine el barniz. Yo creo que echándole ganas, por ahí de las siete u ocho ya estamos terminando.

-Pos ya le estamos dando. Pero que conste que me vas a dar quinientos ¿Eh?- Recalco desconfiada.
- Si. Ese es el trato. Entonces, hágame favor de barrer desde el pasillo de arriba para que no nos caiga el polvo y por favor cheque que estén bien cerradas todas las ventanas y las puertas para que no entre nada de polvo.
-¿Me vas a encerrar?- Interrogo sugestiva. ¿Por cuánto tiempo?
-Hasta que acabemos.
-¿En serio?

- Si. No se puede abrir hasta en la tarde porque si se mete el polvo se pega en el barniz
- ¿Y qué vamos a comer? ¿Barniz? ¡No mames!- Yo en la emoción del dinero que pensaba cobrar, no había pensado en la comida, pero a esa hora todavía no vendían comida preparada y si quería terminar a buena hora no podía esperar, tenía que empezar a trabajar ya.
- Pues si quiere vaya a buscar algo para comer, pero no se tarde o se queda afuera, porque si empiezo a barnizar ya no abro.
-Pos dame dinero, yo no traigo y además al maestro le toca disparar la comida.
Saque un billete de cien pesos y se lo di.
-Tráigase un pan bimbo, jamón y queso.

-Y una cerveza ¿No?
-Andele pues. No se tarde, que hay que echarle ganas-. La vi alejarse y no pude contener una sonrisa, llevaba puesta una falda negra apretadisima y una blusa morada con estampado de flores, unas calcetas blancas hasta las rodillas y tenis de lona. Di la vuelta y regrese al trabajo. Arrodillado en el piso buscando afanosamente algún detalle por resanar, no sentí pasar el tiempo hasta que escuche llamar nuevamente a la puerta. Era la canica de regreso con dos bolsas. En una traía todo lo necesario para preparar una comida rápida y en la otra traía tres caguamas (Botella de cerveza en su presentación más grande) y una enorme sonrisa en la boca. - Ya volví- exclamo y su aliento alcohólico llego para anunciarme que ya había iniciado la fiesta.
- Pásele. Ya se tomo una cerveza ¿Verdad?

-A ti también te traje, mira- Mostrando la bolsa con las caguamas - Ayúdame, cabrón. No eres nada caballeroso, chinga.- Tome la bolsa y mientras buscaba un lugar en donde ponerla, le informe.
- Yo no tomo.
-¿Nunca?
- Casi nunca, una que otra vez en alguna fiesta.
- Pos hoy vas a tomar conmigo.

- No estamos aquí para tomar. Estamos para sacar un trabajo urgente.- Conteste mientras me preparaba un sándwich.

-Ay wey. ¿A poco muy responsable?- Su actitud me llevo a preguntarme si solo se había tomado una cerveza y al mirar mi reloj me sorprendí al constatar que se había tardado más de una hora en comprar la comida. Me acerque un bote y me senté en el, mientras me comía mi sándwich.

-¿Qué, no me piensas hacer uno a mi?- Interrogo la canica
- Nel. No soy su cocinero.-Respondí molesto.
- Uyuyuy, mano. Tu de veras te crees muy chingón ¿verdad?- Ante mi silencio, continuo- Pa' mi eres un pinche escuincle, no me quieras apantallar, mamoncitos como tú me los paso por el arco del triunfo. Estoy hasta la madre de pinches presumiditos que al rato me andan pidiendo las nalgas.
-¿Que le parece si lo dejamos así?- Propuse ya bastante encabronado- come, se lleva sus caguamas y si la vi, no me acuerdo
-¿Me corres?
-No... La estoy invitando a remar en Chapultepec- irónico.- Ya llévese la bolsa de caguamas y ahí nos vidrios. Yo tengo mucho trabajo y usted nomas me está quitando el tiempo.
- Pos no me voy wey. ¿Cómo ves? A ver, sácame culero.- Decidí no dar pie a sus agresiones y me prepare otro sándwich. Ella al sentirse ignorada insistió. -¿De verdad no me vas a invitar de tragar?
-Invitada ya esta. No come porque no quiere, la comida ahí esta. Prepárese lo que quiera.- Se inclino frente a mí y se preparo un bocado sin perderme de vista, se sentó en el segundo escalón de la escalera principal.
- Yo si te voy a servir cerveza, Pa' que veas que no soy gacha como tú. Pinche presumidito.- Se levanto y al darme la espalda pude notar que su falda se empolvo justo en las nalgas dejando la parte central con su color original, esto me causo gracia y sonreí. Era como tenerla desnuda frente a mí, aunque con la falda puesta.

-¿De que te ríes?- Pregunto mientras me ofrecía un vaso desechable lleno de cerveza. Lo recibí y di un sorbo.

-¿Esta prohibido sonreír?- Conteste.
-Mira, hijo. Si te vas a reír, que sea conmigo. Nunca de mí. ¿Quedo claro?
- Muy claro.
-Tómale bien, parece que estas tomando atole- Me recrimino refiriéndose a la cerveza.
-Así tomo yo. Usted no se fije. Acuérdese que venimos a chambear. Me levante, apure el resto de cerveza y me dispuse a continuar mi trabajo.

-¿Que, ya terminaste?-Interrogo
-Todavía ni empiezo. Termine de comer y me hace favor de barrer el pasillo y la escalera.
- No chingues, apenas voy empezando- Reclamo airada.
-Mire, o yo no hablo en español o usted escucha en chino, pero no nos estamos entendiendo pa' ni madres. Dije que termine y cuando lo haya hecho por favor barre. ¿Quedo claro?
- ¿Muchos huevos, cabrón?-Reto nuevamente, pero al notar mi enojo, agrego.
-Digo, Porque a mi me encantan revueltos- y se río con estrépito, su desfachatez me pareció graciosa y me reí con ella.
- ¿Ya ves? Si queriendo podemos entendernos, pero a ti te da por creerte mucho.
Decidí dejar pasar de largo el comentario y me arrodille para continuar la revisión y resane del piso, el calor en mis mejillas me anuncio que el alcohol estaba causando efecto, pero un vaso no era como para preocuparme y continué con mi labor. Al cabo de unos minutos, la canica rompió el silencio y anuncio.
-Ora si, a chambear se ha dicho. Ora veras lo que es trabajar de a de veras.
-Aleluya.- Respondí- Chéqueme que las puertas estén bien cerradas y sorpréndame con sus grandes habilidades.-Al pasar a mi lado mi vista se dirigió a su trasero y esta vez ya no me pareció un cuadro tan ridículo, volví a bajar la vista justo cuando parecía voltear hacia mí y cuando me propuso servirme otro vaso de cerveza, acepte solo para verla inclinarse frente a mí y poder observar ese trasero lleno de aserrín en polvo. Ella giro la cabeza rápidamente y me sorprendió mirando su trasero, dibujo una gran sonrisa de satisfacción y sentencio con picardía
- Se te antoja ¿Verdad?- Sentí vergüenza y fingí no comprender
-¿Qué?
-La cerveza wey. Se ve bien rica o... ¿Qué pensaste?-Burlona
-Se ve buena.-Comente
- Y esta mejor de lo que se ve.- Dijo con doble intención, mientras me daba el vaso lleno de cerveza.
- Solo hace falta un cigarrito- Dije mientras sacaba de mi bolsillo una cajetilla de marlboro rojos -¿Fuma?
-Claro. - Tomo uno y mientras le daba fuego, no dejo de mirarme provocativamente, inhalo el humo y mientras yo encendía mi cigarrillo, me lanzo una bocanada a la cara, queriendo lucir seductora, a mi el detalle me molesto (Esta pinche vieja se siente vampiresa de rancho. ¡Qué poca madre!) Se enderezo y dándome la espalda, observo atentamente la casa. Mi mirada se fue de inmediato a ese trasero que parecía cada vez más atractivo.

linkwithin

Related Posts with Thumbnails