Vanessa, retrocedió un paso y permitió a Isabel, bajar del auto, pero cuando este sujeto la portezuela, para cerrarla, intento precipitadamente, rozarlo con los senos, la maniobra fracaso y por poco choca contra él, al voltear Isabel, ella le dijo- Me tropecé.- Se sintió muy pequeña al dar esta explicación pero la mirada ardiente, con que Isabel la recorrió nuevamente, la hizo olvidar sus complejos y el ver a Isabel frotarse la entrepierna con la mano la termino de excitar, sintió sus rodillas desfallecer e intento recordar, la última vez que se sintiera tan caliente. Isabel abrió la cajuela y la vacío por completo, paso las cosas a la cajuela del Mustang y procedió a cubrir el deportivo con la lona que fuera del Mustang.
Vanessa se acercó lentamente a Isabel y con una sonrisa perversa en la boca, pregunto. -¿Sabes que me dijo mi padre, por teléfono? - Sin esperar respuesta, continuo.- Que te obedezca en todo.- Recargo su peso sobre una pierna y en pose sugestiva, interrogo. - ¿Se te ocurre alguna orden, antes de irnos?
-Bésame la verga.- Respondió, Isabel. Sin modificar el gesto en su cara. Vanessa pareció contenta y emitiendo un ligero jadeo, froto el bulto de Isabel, mientras lo besaba en la boca, Isabel se mantuvo inmóvil, con las manos en los costados, mientras correspondía al beso y cuando Vanesa, se puso en cuclillas, él se abrió el pantalón y la dejo hacer, por alguna razón, Vanessa dudo en meter el miembro masculino en su boca y sin quitar la tela de por medio, prodigo una serie de besos. Esto por raro que pareciera, agrado a Isabel, que tomando por los hombros a Vanessa, la ayudo a levantarse y la sentó sobre la cajuela del Mustang.- ¿Aquí?- Pregunto Vanessa, cuando Isabel la recostó y le subió la faldita, observo un momento la tanga y sus detalles metálicos, luego lentamente introdujo un par de dedos bajo la tela y la hizo a un lado, dejando a la vista una delgada línea de vello púbico, Vanessa, se había depilado tanto que por un instante, Isabel sintió que profanaba una niña pero basto con mirar a Vanessa a la cara, para eliminar ese pensamiento, libero su miembro erecto y vio como apuntaba hacia arriba, como cuando tenía veinte años, lo coloco en posición y poco a poco lo introdujo en ella.
Vanessa disfruto cada centímetro que entraba en su intimidad, apoyo sus manos en la fría lamina del auto y movió un poco las caderas para recibir mejor a su visitante, después se llevó las manos al pecho para desabotonar la blusa pero Isabel se lo impidió, sujetando sus manos, después la soltó y la tomo por la cintura para iniciar sus embates, fuertes y profundos, sin dejar de observar esos pechos que aplastados por la gravedad, parecían haber aumentado de tamaño y que con cada embate se bamboleaban y sacudían.
-
¿Esta casa tiene un baño?-
Interrogo Vanessa, mientras se alisaba la ropa. Isabel la tomo de la mano y se
dirigió al interior. Sorprendentemente la casa estaba totalmente terminada por
dentro, los acabados eran modestos pero de buen gusto y la casa lucia bastante
limpia, subieron la escalera y entraron en la recamara principal, Isabel le
desabotono la blusa y le retiro el brassier, se arrodillo y mientras introducía
la lengua en su ombligo, le quito la falda y la tanga, se levantó y se desnudó,
nuevamente la tomo de la mano y la guio hasta el interior del baño, regulo el
agua y volvió a besarla mientras la acariciaba suavemente bajo la regadera.
Leticia, pasaba una de sus peores experiencias en la vida. Se sentía como
extraviada en el hospital de beneficencia, sin conocidos y con la mente llena
de preguntas sin respuesta. La sala de espera estaba atestada de gente y ella
no había conseguido un asiento, al principio ni siquiera le intereso pero ahora
a las tres de la mañana, estaba cansada de estar de pie y los pequeños paseos
por la sala, ya no aliviaban el cansancio de sus piernas, estaba arrepentida de
vestir como vestía ya que algunas mujeres que tampoco alcanzaron silla, se
sentaban en el piso y hasta dormían acostadas, pero ella con ese vestidito
corto y ajustado ya traía colgando de si varias miradas lujuriosas de algunos
hombres y otras de coraje, de sus mujeres, su único alivio consistía en
recargarse en la pared y no le era suficiente. Cuquita le grito que avisaría a
sus familiares, cuando se arrancaba la ambulancia que les trajo al hospital,
pero no llegaba nadie, ni de la familia de Bryan ni de la de ella. De entre sus
preocupaciones, el hambre estaba ganando posiciones con rapidez, la invadió una
sensación abrumadora de soledad, rodeada de gente y sin poder contar con nadie.
Súbitamente comprendió hasta qué punto dependía de Bryan, junto a él, no
necesitaba de familiares ni amigos, él acercaba el sustento sin depender de
nadie y provocaba el respeto que su familia necesitaba. Por primera vez,
considero la idea de perder a su marido y un miedo enorme vino a acompañar a
aquella sensación de soledad, una ojeada a su alrededor y le pareció que era la
única persona que no contaba con compañía, por allá una mujer lloraba sentada y
sus familiares la consolaban, al frente una pareja, tomada de la mano en
silencio, a la izquierda una anciana devoraba un pan, mientras dos mujeres le
hablaban, ¿Y ella? Ni sus suegros, ni su cuñada, ni sus padres, ni sus hermanos
se presentaban. Una ola de calor Subió desde las plantas de sus pies hasta sus
ingles y a punto estuvo de doblarle las rodillas, trastabillo y se recompuso.
Un par de ojos libidinosos la recorrieron y tuvo que contenerse para no hacerle
algún ademan, hasta en eso le afectaba la condición de Bryan, si estuviera
sano, le habría pintado un violín a es pinche mirón sin siquiera pensarlo. El
mirón comento algo con el tipo que lo acompañaba y sacando un billete de
doscientos pesos, lo mostro en dirección a Leticia, esta sintió el rubor arder
en sus mejillas y una indignación enorme se apodero de ella, aun no sabía cómo
reaccionar cuando el tipejo se levantó y con una enorme sonrisa se encamino
hacia ella, mientras su acompañante parecía disfrutar la situación, Leticia
sintió miedo, el hombre avanzo decididamente y las abordo directamente.- ¿Cómo te
caerían doscientos pesotes?
-
-¿Qué te pasa? Pendejo. Me
estas confundiendo con tu madre.- Respondió, Ofendida Leticia. El tipo, al
parecer no esperaba esa reacción y amenazo.- A mí, nadie me mienta la madre.-
Avanzo un paso más, mientras Leticia retrocedía.
-
-De pronto una mano surgió por detrás de Leticia y empujando por un
hombro al insolente, lo hizo retroceder. Era Samuel, hijo de Cuquita. Quien con
cara de pocos amigos y actitud retadora enfrentaba al fulano, sin amedrentarse
ante las bravuconadas.- A la señora la respetas. Orale a chingar a su madre.-
El coraje asomo a los ojos del fulano, pero algo vieron a espaldas de Samuel,
que lo disuadió. Asintió en tono amenazante mientras retrocedía hacia su
lugar.- ¿Que pasa aquí?-Interrogo el policía, que Cuquita corriera a traer a la
puerta de entrada, en cuanto viera los problemas de Leticia.
-
- Nada. ¿Qué va a pasar? Aquí nomas.- Dijo el tipo cobardemente.- Este
chavo que anda de picudo, pero ya, ahí quedo. - El policía miro interrogante a
Leticia, esta únicamente, agradeció su intervención y cuando el policía se
retiraba, Samuel sugirió.- Como que estaría bien que esos, desocuparan un lugar
pa la señito ¿No?- Señalando un grupo de hombres y mujeres que ocupaban dos
filas de sillas y todavía tenían apartadas otro par con unas maletas. El
policía asintió y les pidió que los siguieran. La gente del grupo no recibió
con agrado la orden de liberar los asientos pero no objetaron. Leticia ocupo
una silla y Cuquita la contigua. Leticia agradeció el suave contacto de sus
nalgas con el asiento, el descansar el peso de su cuerpo, en otro objeto le
alivio las piernas del ya casi insoportable tormento de estar de pie,
desgraciadamente las sillas se encontraban en la primera fila y su vestido
mostraba más de lo prudente. Samuel observo su incomodidad y se despojó de la
chamarra ofreciéndosela, Leticia la acepto de inmediato y con ella se cubrió
las piernas, sus ojos se posaron en un envoltorio que cuquita sostenía entre
sus manos. - ¡Ay¡ Perdón Señito, con los apuros me olvide. Mire, le traje un
taquito, disculpe usted lo modesto del taquito. Leticia se reconforto, ante las
muestras de lealtad de Cuquita y agradeció en su interior por la amistad
incondicional de esta mujer.
Continuara…