Se dice que existen realidades paralelas, con las que algunas veces nos encontramos. El Olimpo cayo, cuando los mortales dejaron de adorar a los Dioses, los cuales esperan en algún rincón, débiles y derrotados,a que el ser humano vuelva a creer en ellos, para así recobrar su gloria.
Hay otros seres que por el contrario se ven beneficiados por la falta de credibilidad del ser humano y se mueven entre nosotros, envueltos en una capa de escepticismo, que los hace invisibles a nuestros ojos.
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Era un viernes por la noche. Benjamín, aprestaba su escopeta y los demás triques que utilizaría, para salir de cacería esa noche. Escuchaba atento las palabras de Fulgencio, quien lo acompañaría en su aventura nocturna.
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- …Si quieres nos
subimos por el camino del rancho y le damos pal Ayaquemetl, vas a ver qué
regresamos bien cargados, más que tu llevas escopeta, nomas le apuntas la
lámpara a cualquier copa de árbol y veras como se quedan los pájaros bien
atolondrados, sueltas el disparo y caen como granizo, el trabajo es
levantarlos, vas a ver.
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- Por el camino de
la casa de la vieja Macaria ¿Dices?
-
-Por ese mero, por
cierto ¿Cuántos años tendrá la vieja, tu?
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- ¿Sepa? Desde que
éramos críos, ya la recuerdo vieja.
-
- Ja, Ja, También
yo, parece que por ella no pasan los años.
-
- Y ¿Qué me
dices de su hermana? Quesque mas chica, pero yo la veo igual de anciana que la
Macaria, donde que ni quien las cuide.
-
-Ni falta que les
hace, así como las ves de viejas son bien independientes, todavía levantan
cosecha.
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Macaria, vivía con su hermana Josefa, en una casa de adobe a la salida del pueblo y en esa noche de luna llena, también se aprestaba para salir de cacería. El viejo cuerpo encorvado, avanzo hasta la franja de luz de luna que entraba por la ventana, ahí se encogió y pareció resplandecer con destellos de plata, lentamente se enderezo y dejo ver una mujer totalmente rejuvenecida, sonrió a su hermana y se encamino hacia el exterior.
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¿Vas muy lejos?-
Interrogo Josefa.
-
Un poco. Tú cuida,
Mañana sales tú.- Ordeno Macaria y continúo su camino.
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La vereda estaba
iluminada por la luna y permitió ahorrar pilas a los cazadores. Un trió de
sabuesos lideraban la marcha, avanzaban de manera errática, olisqueando las
hierbas, pegando carreras cortas y jugando entre ellos. Benjamín miro a lo
lejos, los cerros que coronan el Ayaquemetl y nuevamente se pregunto, si no
serian pirámides enterradas, a buen paso llegarían como en una hora, pero no
creía necesario recorrer toda la distancia, generalmente a menos de media hora
de camino, encontraban una buena cantidad de presas, eran presas pequeñas,
ardillas, coquitas y si bien te iba alguna liebre, en realidad no era tanto la
presa, sino la emoción de disparar un arma de fuego, el gusto de lo furtivo,
era como hacer travesuras de adulto. A sus espaldas, escucho a Fulgencio Decir.
- Traigo tortillas y pulque, si matamos una liebre, nos la comemos en el cerro. ¿Órale?
La idea de encender una fogata y preparar la liebre en pleno cerro, le emociono de inmediato y gustoso asintió, ya se veía como en las películas de la tele, esta tenía que ser una noche maravillosa.
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